martes, 29 de abril de 2014
Bicicletas
Dos chicos en bicicleta zigzaguean a los gritos en medio de la noche. Afuera llueve y los adoquines brillan con el leve barniz del agua. Hace frío pero no lo perciben. Falta abrigo pero no les importa. Son niños de la calle que ríen sin temor. No vieron las noticias. No los escribieron en ninguna canción. Van para casa. Y para el espeso barro del barrio, se guardan las mejores piernas. Y siguen gritando. Con un grito seco pero agudo. Con un grito vestido de libertad. Con un grito que disfraza lo que falta. No hay vistas bonitas. Las casitas se repiten, se multiplican y se agitan. La ropa donada nunca calza el talle. Pero la realidad más pobre se vuelve un infierno encantador. Los rayos marcan la velocidad. Giran y giran. La risa no sería sin el otro, piensan, mientras con los codos se golpean. Y así se descubren. Y así se quieren. Los dientes todavía blancos se vislumbran entre carcajadas en la oscuridad. Saltan cordones y charquitos. Que felices son. Pedaleando y pedaleando, allá van, estos dos aventureros de la amistad y el amor.
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